Escultura homenaje a los antiguos vendedores de navajas y cuchillos. En Plaza del Altozano (Albacete)
AQUELLA NAVAJA
Éramos como la mayoría.
Una familia pobre de artesanos.
Mi madre repartía la fuente del guisado por los platos...
El pan grande en el pecho, la navaja en la mano.
Servía la navaja para todo,
para sacarle punta al tranco,
para afilar el lápiz, para el corcho rebelde,
para el tocino magro.
para mondar naranjas,
para mojar la sopa en caldo,
para pelar patatas, arreglar el gazapo.
Cortar el nudo, desplegar la caja
y poner un cartón a los zapatos,
echar la sal el huevo y cortar a la vid el primer ramo,
para pelar la vara del camino
y poner nuestros nombres en un árbol.
Navaja de mi padre, ¡cuántas cosas hacías en su mano!
Cada Feria veníamos padre e hijo
cogidos de la mano,
comíamos en la Cuerda,
junto al carro con toldo de un paisano,
la merienda que madre preparaba
y después de los toros,
padre compraba turrón blando,
que era el que ella quería,
pero siempre el feriado
fue renovar la fiel navaja.
Años después, llevé yo solo el turrón blando.
Ahora ya se fueron los dos,
más compro la navaja y me la guardo.
Quizá esta Feria un hijo mío
me compre una navaja de regalo.
FUENTES:
Letra: Juan José García Carbonell
Fotografia: La cerca. Vendedores ambulantes de navajas de Albacete de mediados del siglo XX.
©Pedro Pablo Romero Soriano RS
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