EL AFILADOR
Hubo un tiempo en el cual el afilador, formaba parte de la fisonomía de los pueblos y ciudades. Con su característica forma de anunciarse, mediante un sonido con su armónica silbadora, ese sonido que de inmediato hacía notar su presencia, algunos incluso verbalizaban unas frases para prestar nuestra atención.
El afilador, también llamado amolador, era un comerciante ambulante, que ofrecía sus servicios de afilar cuchillos y tijeras, y otros instrumentos de corte, algunos incluso reparaban paraguas.
Hasta no hace muchos años, el afilador transportaba su industria en una bicicleta o motocicleta, cuyos pedales o motor accionaban la rueda de amolar. Hoy en día los afiladores como los conocimos apenas sí existen. los afiladores urbanos tendieron a establecerse en locales situados dentro del recinto de los mercados o en la calle. Siempre quedará en nuestra memoria el sonido de su armónica...
“Afilo hirientes espadas y cuchillos
puliendo todo hierro con hábil mano.
Aquí venga deprisa el barbero a quien no le funciona la navaja
o se le ha quedado sin punta por el paso de los años.
Aquí venga deprisa aquel cuyas tenazas de dos brazos están llenas
de hollín, o a quien una hoz sin afilar retrasa.
Aquí venga corriendo aquel cuya espada podrida de herrumbre
tiembla, y cuyo puñal sin punta no vale.
Afilando con talento todo esto lo arreglaré
para que se pueda cortar lo más duro con cualquier espada”.
Estos versos están en el libro “El libro de los oficios antiguos” de Schopper Hartmann.
Fotografía: Oficios desaparecidos. La Barcelona de Antes. Pinterest. Fotografías Antiguas de España.
©Pedro Pablo Romero Soriano RS
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