Te han reclamado y ahí estás. Siempre has estado donde y como has debido. Dejando legado de fe y amor. Ahora, ese legado de predicar palabras bellas siento que me lo has dejado. Recojo el testigo. Es difícil encontrar gentes que se han cruzado en tu camino que no hablen bien de ti y no ahora porque te has ido, siempre en vida supiste cuidar y demostrarle a las personas cuanto les querías. La pasión con la que has predicado siempre la palabra de Dios ha dejado huella. Agradecias a Dios y a la vida. Tu voz retumbará en nuestras cabezas, como lo ha hecho en tantas parroquias y durante largas charlas consejeras, donde respetuoso y comprensivo nos acompañabas en cada etapa. Siempre decías que nuestros trabajos tenían mucho en común. Escuchar, sostener. El evangelio del día de tu muerte: "El cielo y la tierra pasarán, pero tus palabras no pasarán". Poco más puedo añadir de nuestro Juanmi, propio de todas las personas que lo sintieron guía, padre, tío, hermano, amigo ... Cómo decía Antonio Machado, era bueno. Sencillamente bueno. Te queremos. Descansa en paz y en la gloria de Dios.
María López Romero
Co. Pedro Pablo Romero Soriano RS
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