Abuelo, siempre presente. Trabajador y bondadoso y firme. Con mil historias por contar. Me llevabas en la bici por nuestra huerta cuando era diminuta. Siempre en tu labor de abuelo consentidor nos comprabas las galletas que más nos gustaban a cada uno, chocolate para uno y canela para otra. Tienes una sonrisa difícil de olvidar, es luminiscente. Quién te conoce sabe que eres un vacilón, que te caracteriza tu sentido del humor, repleto de bromas, ironías y trabalenguas. Tengo a fuego grabado el tacto de tu mano cuando rezamos juntos el padre nuestro en la comunión de Irene y del último apretón de manos. Me quedo con cada una de esas sonrisas que se te dibujaban al mirarme. El orgullo que has sentido y demostrado por tus hijos y nietos, por tu familia, es el mismo que tenemos contigo. Nadie me llamará valiente como tú. Abraza y besa a tu Rosita. Te queremos con el alma.
Juan Miguel Romero López
Periquillo
María López Romero
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