El imaginero lucentino Francisco Javier López del Espino ha presentado su obra más reciente. Se trata de un Cristo Crucificado bajo la advocación de la Agonía, realizado para la ciudad de Pozo Cañada (Albacete), tallado en madera de cedro real y policromado al óleo, a base de veladuras y pátinas intermedias.
Representa el instante previo a la muerte de Jesús, cuando se apoya sobre los pies, y hace fuerza hacia arriba para tomar su último suspiro de vida. La imagen tiene una altura de 1.85 m. y fue bendecida el día 25 de Marzo de 2012, en la propia localidad.
EXTRACTO DEL PREGÓN DE SEMANA SANTA
DE POZO-CAÑADA
27-3-1999.
(JUAN MIGUEL
ROMERO LÓPEZ)
Me siento ante vosotros con corazón agradecido y sin
querer ocultar mi edad madura, quisiera recobrar el fervor y la voz de aquel
chiquillo, que hasta el año cuarenta y ocho, con mis doce, sólo doce años, dije
adiós a la Semana Santa de mi pueblo, a la Semana Santa de Pozo Cañada.
...Ya no la pude volver a ver, pero la llevaba y llevo
dentro. Me inscribieron como hermano de Jesús casi el día de mi nacimiento, lo
comparto orgullosamente en la tierra y en el cielo: cierro los ojos y los veo:
bisabuelos, abuelos, padres, tíos, primos...Abro los ojos y os veo: Todos,
vosotros, todos. Veo, penetro, recuerdo...a ella, mi madre, cada Cuaresma,
hacia la Iglesia, llevando en palmas las ropas bien almidonadas para Jesús, el
Nazareno, y los manteles blancos, como si fueran recién estrenados...y el
cepillo, la única herramienta, el cepillo, para quitar el polvo de la única
túnica del que nunca tuvo "donde reclinar la cabeza".
La única:...después,
ya de muchacho, con mis escuetos ahorros de estudiante le ofrecí otra túnica de
estameña morada. No agradó a nadie, porque se parecía demasiado a la austera
que siempre llevó el Jesús del Evangelio. y no podía competir con otros
terciopelos y bordados.
Ibamos a preparar la imagen los hombres de la casa, era
cosa de hombres: mi padre, mi hermano, los muchachos de la fragua, para hacer
con reverencia lo que, con saña, hicieron los judíos en la Pascua: poner la
Cruz grande sobre sus hombros solidarios. Y las andas, aquellas andas que me
parecían inmensas, colocadas al lado derecho del Presbiterio de la vieja y
venerada Iglesia. A la izquierda se colocaba Ella, la Madre Dolorosa: Ella sí,
cambiada de manto y remozada, penetrante, bella.
Puntualmente, nueve días antes
del Viernes de Dolores: aquellas novenas donde jóvenes y mayores cantábamos el
"Triste Madre, yo también siento yo contigo, yo contigo tal dolor".
Aquellos mismos días...la representación del
Prendimiento, otra joya del arca de nuestros tesoros populares. ¿Quién dice que
Pozo Cañada no tiene tradición y solera, arte y piedad para vivir y regalar?.
Abrid el arca: ved y gustad.
Y desde el Seminario de Murcia primero, luego ya desde nuestro Albacete, os seguía y os
veía, por eso del espíritu y sus milagros, y por el otro milagro de mi
reportera particular- maternal, como no-que me explicaba vuestros pasos y
avances en unas cartas que bien podían coleccionar las antologías poéticas del
cariño.
¿Os parece que no siento todavía la mano del abuelo Juan Miguel, cuándo
me escogía de compañero para aquella solidaria Misa diaria?, aún siento
caliente aquella mano, como de raíces de paloduz, que me mostraba la cruz
grande de Jesús, colgada de la capilla familiar y que los dos reverentemente
besábamos. ¿Creéis que no distinguiría el olor de aquella Iglesia rancia y
amada?: aunque a ojos cerrados me pasearan por sus tristes escombros,
reconocería olores, plegarias, canciones, fechas, vivencias...Os pasaría mi
vídeo de capillas, imágenes, cuadros...y, aún ahora, los sacaría de cualquier
trastero para resucitarlos.
Distinguiría voces inolvidables de nuestros
sacerdotes, la tímida y santísima de D. Emilio, la arrolladora de D. Demetrio,
la juventud de los que iban poniendo la novedad del reino: un D. Lázaro, o D. Ramón,
o Augusto, o Enrique, o José Luis, o Juantxo... y las campanas ¡Ah, las
campanas! las de aquel campanario que nunca debió demolerse. Aquel
campanario...las campanas que enfilaban, tras el viento del callejón del
Chavolo, una llamada a todos, una llamada a cada uno...aquella llamada, la de
mi campanario, me hizo la santa-mala pasada de separarme, no desgajarme de mi
pueblo. Ya no pude ver más la Semana Santa de mi pueblo, la Semana Santa de
Pozo Cañada, la mía, la vuestra, la nuestra.
Sigo pasando el video en penumbra
y resuenan fuerte los sonidos: sé que no os reiréis de mí pues son sonidos
sagrados: primero, no es ruido, es escalofrío, porque sólo se oye por dentro,
es el silencio.
El silencio de Semana Santa. Mi madre de puntillas, siempre de
puntillas para no molestar ni ser notada: dos noches seguidas en vigilia,
mientras nosotros dormíamos: toda la noche del Jueves Santo en el Monumento, en
la capilla de la Virgen del Rosario, en vela; toda la noche del Viernes Santo
en el Calvario, junto al Sepulcro del Señor, como las mujeres en la Pascua.
Silencio y ayuno, ayuno y silencio.
Y el silencio de los chiquillos: éramos
niños, pero no gritábamos, ni cantábamos, ni reíamos, ni...nadie, nada,
silencio, silencio. Sólo admirábamos, vivíamos, sentíamos aquellos días
sublimes, callábamos por dentro, callábamos por fuera...gritaba el silencio.
Luego...Luego sí: cuándo el Sábado sonaba a Gloria, nos hacíamos maracas con
nuestros botes de chinas para hacer ruido a la hora de la Resurrección, cuándo se
tiraban los "socios" y explotábamos con la "Vida" en
explosión resucitada. Ah, los sonidos...los que no se van de las sienes...los
que no se van del alma.
La musiquilla del cornetín de los "socios"
con sus pulgueros, su morrión con flores de papel y su pañuelo de seda en la
cadera; el rítmico acompasar de las picas multicolores de madroños al son de
aquel monótono cornetín (tararátatátarará...).
Todos los niños hacíamos las
mismas evoluciones con las cañas de viejas escobas y nos tirábamos al suelo imitándolos,
mientras alguno hacíamos ensayos de cura entonando el "Gloria" de la
Resurrección. Ah, los sonidos...los hondos sonidos, los que resuenan al fondo
del alma, al compás del contrapunto de las lágrimas: sí, en el Encuentro del
Viernes Santo llorábamos todos.
Cuando bajaba por la calle de S.Juan la
Dolorosa y se acercaba al Nazareno, buscando los laterales, (por eso del
disimulo de las madres, de que no la vean, de no hacer sufrir) buscando el
abrazo discreto (o casi indiscreto) y una ráfaga cruel de lanzas se le hace
muralla en su cara de madre. Una vez, otra segunda vez y...No. Hasta que se le
abre la calle, toda, en riada de abrazo consolador, y...Ah, los sonidos...La
Banda de música arranca los lamentos de la marcha. Ayer y hoy: Mectub.
La misma. Ayer, aquellos músicos del alma que (seguro)
tienen que volver a tocarla cada Viernes Santo en el Cielo...todos, todos...y,
al bajo mi padre, y el tío Santiago, y los primos Romero y los López...y la
armonía del espíritu con el contrapunto de las lágrimas. Ah, los
sonidos...aquellas mañanas de Viernes Santo caminaba la Procesión llenando los
veneros de los pozos (símbolo de Pozo Cañada) con el caudal de los fervores más
auténticos, como el itinerario del agua viva: desde el Pozo Salao al Pozo bueno
por el Pozo de la huerta de Meneos hasta el Pozo de la samaritana, en la
fábrica de Lanas, junto al Calvario; y la bajada, la riada de fervores calle
Colón abajo para llegar al pretil de la Iglesia recogiendo las aguas en aquel
Encuentro inolvidable de abrazo de emoción.
Después el olor casero del potaje
de rellenos y los panecicos y las flores de los casi mil tamaños, de los casi
mil moldes de la fragua con la exquisitez de la panadera de casta en casa.
Mi Semana Santa de recuerdos infantiles tiene:
olor-olores-, color-colores-, y sobre todo sabor-sabores-: sabores a
interioridad, a vivienda, a ¡verdad!.
Después...nunca se olvidó, nunca pude olvidar la
Semana Santa de mi pueblo: cualquier día del año podía encontrarme con la imagen
del Padre Jesús en la alcoba matrimonial de los tíos Eliecer y Esther, recluida
pero mimada: allí podía besar y rezar y recordar; vivir y revivir.
Otros años
(muchos, siempre) me conformaba con el tarareo de Mectub o la cantinela de los
"socios" y su cornetín. Un año (sólo uno) casi recientemente, pude
ver la Procesión del Entierro bajar por la calle de Colón, desde el balcón de
las travesuras. Era en la noche y,claro, no bajaba el Padre Jesús, ya nunca,
desde el año cuarenta y ocho, 1948. No lo ví.
Ví vuestro esfuerzo sintonizando con el avance de la
modernidad: lo ví, lo admiré, lo admiro. ¡Cuánta ilusión y sacrificios
encierra!, pero...¿serán chaladuras de viejo...?¿me encontraba raro yo o las
ruedas de las carrozas me rompían los esquemas?. Las ví :a Santa María
Magdalena y a la Verónica, San Júan, María...A Jesús Nazareno no lo ví. Casi
pienso que mejor, perdón, no sé, mejor...ver al Jesús de la Cruz a hombros, sin
hombros para su Cruz... .S i es fugaz y pasajera la tentación...es
perdonable.(Sin comparaciones: perdón..., decid a los andarines del Cristo del
Sahúco que lleven a tractor su hazaña de siglos.
Soy cura en Villarrobledo;
cada paso necesita una media de cuarenta hombros, otro tantos para el relevo,
muchos encuentran ahí su lugar de orantes. (Estupendo). En todo caso (a hombros
o con ruedas) me falta un detalle tonto: aquel tintineo de los chorrillos de
cristal en los farolillos en las andas de Jesús. Una tontería, pero...cuándo
enmudecían las campanas del Campanario, ellos hacían de campanillas para
acompasar los pasos del Pueblo penitente: todo el pueblo iba en filas, sin
túnicas, a cara descubierta. Si alguien faltaba, era algún impedido y (seguro)
estaba rezando desde su ventana entreabierta.
Ni un alma por la calle: no había
espectáculo que ver: todos éramos espectáculo viviente, testigos en oración
ferviente. Os he confesado mi paréntesis. Gracias por habérmelo permitido. En
vosotros no ha habido paréntesis, ni vivís del recuerdo. Vuestra actividad
incansable cuaja en este momento que me permitís compartir. Gracias porque me invitáis,
queridos paisanos del alma, a anunciar lo más que puede anunciarse:
La Pascua,
el paso del Señor. Ahora, hoy, aquí, de nuevo, tenéis preparada la Pascua. En
el Evangelio aparece Jesús estimulando a los discípulos a prepararla. En la
Parroquia, como comunidad viva, compartís el Camino Cuaresmal. Tenéis a punto
una Nueva Semana Santa. Bien. ¡Qué bien!. Es un regalo de Dios, que se vuelca
en el Amor: "Tanto amó Dios al mundo que le entregó a su Hijo, para que el
mundo viva por Él". Y es también un orgullo vuestro, comunitario y
constante. La habéis ido construyendo con esfuerzo y mimo. No la sabéis por
referencias, ni por diapositivas: yo, sí.
Vosotros le habéis ido inyentando novedades de
vistosidad y de piedad. El tambor y la fiesta conviven con el silencio y el
fervor. Los Santos Oficios del Templo recargan baterías del alma y envían a
vivir en la calle esas Catequesis procesionales.
El pregón requiere temple (nunca orgullo) la causa lo
merece, pero para quitar empaque, permitidme un último consentido a mis
recuerdos: el eco popular de aquellos pregoneros con deje y tonillo
inconfundible que nos recordaban la sardineta casa de Gasolina o los tomates
casa de la Humberta.
En estos días santos, asistiremos a celebraciones
populares -calle-, y sobre todo, a las celebraciones litúrgicas -templo-. La
fuerza en la calle depende de la carga previa del Templo. Dentro y fuera lo que
importa es penetrar en el Misterio, zambullirse en él. Pánico a la superficialidad:
no quedarse en el espectáculo, en lo teatral, en el rito, en las emociones.
Hemos de llegar a las compasiones y con-resurrecciones. Que toda nuestra Semana
Santa sea un gran sacramento: si tuviéramos que elegir una línea fuerte, un
hilo conductor de todos los acontecimientos que celebramos en Semana Santa yo
escogería el mismo que eligió Jesús: el amor desbordante.
Como los cuatro rostros de las cuatro imágenes de
Cristo en Pozo Cañada, permitidme una última chiquillada:...de críos, nos
gustaba criar gusanos de seda, alimentarlos y seguir su metamorfosis, sus
cambios de formas en un mismo ser: los teníamos en caja de cartón y los
alimentábamos de las hojas de morera de la estación.
Era toda una lección de
vida, de ocultamiento y de luz: cada gusano era eso-gusano-oscuro, sucio,
arrastrado, lento, monótono...asqueroso; pero...fabril y lentamente se iba
tejiendo una cápsula, con su seda-su ser, sus valores, se encerraba dentro,
pasaban días de sepulcro-días y noches de tumba-abría un agujero, rompía el
caparazón en estallido y...volaba, volaba: era una mariposa.
Feliz
transformación: una mariposa blanca, ágil juguetona: nueva criatura: gusano y
mariposa. Después pondrá más huevos y más gusanos y más seda y más mariposas...
Veamos las cuatro fotos de las cuatro caras del único
Jesús:
1ª.El Cristo de la Caña: Me encanta, camioneros, filigrana de
arte y mensaje: corona y cetro de Rey, rey sereno, humillado y burlado: es la
primera etapa del gusano "se rebajó y se humilló tomando la condición de
esclavo". Rey burlado, pero libre, que se ríe de nuestros ridículos
reinos:
-Nosotros reyezuelos de oros en esta sociedad
consumista; el tener el dinero, el reino más fugaz y pasajero.
-Nosotros mareados reyes de copas: del buen vivir,
reyezuelos egoístas.
-Nuestro rey iracundo de espadas: nos aúpa a la
violencia de cualquier armamento.
-Nuestro reino de bastos: duros palos de intolerancia
y puñetazos.
El Cristo de la Caña tiene, en su pequeñez
"talla" artística y moral para recordarnos eso de "ECCE
HOMO", este es el hombre: el Hombre de la autenticidad: el Hombre, humilde
y valiente.
2ªJesús Nazareno con la Cruz: Descubrirse es
poco. De rodillas o postrados ante tanta belleza artística y ante tanta
humillación solidaria: estamos ante el Hombre de la Cruz, el Hombre de todas
las Cruces. El "varón de dolores" de Isaías. Es el titular, el centro
de las miradas. Ante esta imagen venerada hay que clavar ojos y miradas. Puede
que no lo aguante nuestro estilo egoísta y cómodo de vivir, pero no podemos
evitar su mirada con la nuestra: lo has de mirar y le has de responder por
dentro. Lo salzillesco no es más que la envoltura de este gran regalo que posee
Pozo Cañada, que lo mima y lo reparte a quien lo mira.
Tener Pozo Cañada esta
imagen, mitad divina, mitad humana, ese rostro de palabras calladas, nos lleva
a ser un pueblo vocacionado a seguirle, a brindar nuestros hombros a las cruces
propias y ajenas, que son suyas. Ser hermano o devoto de este Nazareno y no
vivir el hombro a hombro con el que sufre, no cabe en el mismo costal. Sería
una inconsecuente blasfemia.
3ªEl Cristo Yacente: Es el gusano en la mayor
postración, a punto de ser envuelto en su propia madeja de sangre y muerte. El
símbolo del "grano de trigo plantado en el surco", la garantía de
cosecha del que se dejó triturar para ser molido, harina de Pan en Comunión,
bocado de nueva familia en Humanidad Nueva: El Cristo de la Paz y la esperanza,
la expresión del "tengo sed", sed de que nosotros tengamos sed en un
mundo repleto de cosas, pero insatisfecho de valores. Es la cara del deber
cumplido "Consummatum est". Esta amada siembra queda depositada
simbólicamente en el Calvario, sirve de surco para el gusano embalsamado en su
propia sangre. (Esa Capilla del Calvario con tanta necesidad de restauración.
Como la tumba de Jesús en espera de los bálsamos de Resurrección.
4ªEl Cristo Resucitado: El viviente, la
alborada y la luz en estallido, el rostro de la nueva esperanza y la garantía
de la Vida, de toda la vida: las nuestras y las de nuestros muertos. El rostro
de la Pascua en su perfil de triunfo: rodando la losa por los aires, tirando
por los suelos las vendas putrefactas. Es la mariposa radiante que rompe las
tinieblas ¡venció al gusano!. Levantándose y levantándonos de las tumbas.
Hombre Nuevo para hacernos testigos de su novedad: La Vida.
Hombres en PASCUA-Mujeres en PASCUA.
Pueblos en PASCUA-POZOCAÑADA en PASCUA.
FELIZ PASO A LA VIDA.
¡¡¡FELIZ
PASCUA!!!
©Pedro Pablo Romero Soriano RS
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